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Esta descripción te va a dar miedo

Thursday, October 06, 2016

Radiografía de un perdedor.

Hoy como todos las mañanas comienzo a ceder, ceder ante todos mis fracasos, todos mis miedos, todas las personas que se burlan de mí. Nunca he ganado nada, nunca he tenido idea de lo que es triunfar, y aún así me levanto todos los días, hoy especialmente la retrospectiva ha sido adecuada. He pensado muchas veces tomar un tren a algún lugar donde nadie me conozca. Qué fantasía tan pueril. Lo que necesito es cambiar de cuerpo, despertar convertido en otra cosa como en una historia kafkiana. Me cuesta tanto escapar de mi y de mis regaños matutinos. Con tres tantos de tramadol que tomo tan discretamente que parece que ni yo mismo quiero darme cuenta de ello, el colgado me mira desde la esquina del espejo. Con estos ojos cansados dejo llevar mi cuerpo estacionado a otro lugar en esto que hago llamar vivienda. Apesta y apesto con ella pero normalmente no me importa, los días se me hacen cada vez más mierda. Camino decidido hacia la salida, doy un paso afuera, luego otro y me detengo a observar con los labios secos. Será mejor que vuelva antes de que me muera, aunque no lo sé, hoy parece que la ansiedad está al revés y me está jodiendo la mente, debo dejar de arrastrar los pies.

Recuerdo cuando finalizaron la construcción del puente colgante. El puente ahora une a dos ciudades divididas por un ancho río, ese río que también es largo y se expande por toda la metrópolis como una cicatriz sin remedio. El puente también interconectaría vialidades, y en aquel símbolo de progreso alguien encontró una solución: una semana después de su inauguración, un maestro de arte decidió lanzarse de él. El hombre sobrevivió, no sé qué haya pasado con él. Hoy no puedo determinar si he de cruzar el puente colgante o lanzarme de él. Doy un suspiro tan largo que me escuchan los insectos, esos insectos que crean en mí deseos de comerme los pensamientos, de apretar los dientes hasta rompérmelos, de llorar esas lágrimas que se mantienen atoradas en lo más recóndito de mis glándulas lagrimales, estas glándulas que creo están ya podridas. Hoy no dejaré de ser yo, este tipo quebrado en interior y exterior, pero quizá podría caminar un poco la calle, acercarme un poco a la gente, sentir un poco la vida pasar por mi cabello. Quizá.

Es hora ya de volver a mi departamento, el recuerdo del puente y aquél hombre inspiran mi deseo de beber, abro el whisky y bebo un trago, ¡ahhh, ese sabor! El sabor a derrota, a desilusión. Bebo un trago más y suena el teléfono,  detesto que la gente interrumpa mis ratos de menosprecio y soledad.

— Es hora ya de que pague el alquiler.
— Le pagaré la semana que viene, disculpe la tardanza.
— Tiene hasta el lunes, de otra manera vaya preparando su basura para salir.
— Bien —, cuelgo el teléfono y bebo nuevamente, me pregunto a dónde iré.

Mi trabajo como intendente de aquel almacén es una mierda y llevo 2 semanas sin presentarme.  Ya se me ocurrirá algo, observo el vaso sucio y con grietas, lo lleno hasta el tope y bebo una vez más sin pensarlo. Lo quiebro contra la pared.

¿En qué me he convertido? ¿Soy acaso aquel hombre loco que pasaba por enfrente de mi vieja casa y que yo miraba aterrorizado? Extraño cuando me columpiaba en la llanta del árbol chueco y observaba a la vecina, ayudándole a su mamá con las bolsas del supermercado, le veía el culo hasta el último momento posible, de inmediato sentía el impulso mezclado con excitación. Sobreentendido que en unos minutos más entraría a masturbarme al baño como el idiota que era y que aún soy. A veces me masturbaba ahí mismo en el columpio. Ahora que veo pasar a las mujeres más bien me siento deshabitado y descontento. Me voy a quedar sin departamento el próximo lunes, debo pensar en algo rápido pero siempre me descarrilo. Aquí vienen esas náuseas de todos los días subiendo por mi pecho.

En mi camino hacia el retrete el vómito etílico no puede ser contenido más por mi cuerpo y es expulsado rápidamente sobre el suelo.

Diría que es la representación perfecta de mi vida, pero está de más señalarlo. Ahora mi recinto es un desastre. ¿Debería abandonarlo tal como esta? Tomar solo dos maletas y largarme a donde sea, como siempre, a donde sea no es a otro lugar que a casa de mi padre. Aunque me sienta patético, él me recibe entusiasta. Quizá de ahí pueda huir a San Francisco, o quizá al sur, lo que quiero es cambiar de vida, de cuerpo, de historia. Qué más da, compraré con lo que me sobra una botella más de ese whisky barato para pensarlo.

Le doy un sorbo más y arrojo la botella al pavimento, emprendo mi camino a ninguna parte y dejo una postal para nadie:

"He tenido la mejor vida y la desperdicié a mi antojo, os dejo esta postal y un adiós, 

– A quien la encuentre."

Parece que cuando voy caminando me hundo en la banqueta, se siente bien pero una parte de mí sabe que es el alcohol trabajando en mi cuerpo. La gente me observa siguiendo las pistas que me brinda la ciudad, voy detrás de un automóvil y me tambaleo, debo continuar afrontando la verdad, voy siguiendo una calle que lleva a algún lugar que va a definir el resto de mi vida. Al menos eso creo, ¿que no es esta la calle aquella que debía tomar llamada...? Maldición, estoy muy borracho, pero voy contento. Estoy perdido. Pero contento. Doy un paso, luego otro y otro más, ¿dónde se supone que voy? Será mejor que me tumbe unos momentos a pensar, aunque lo que menos debo hacer es pensar. Me siento como un pequeño insecto que quiere volar sin tener alas.

Decido regresar a mi habitación, a esa prisión que me resguarda del mundo. Me siento cerca de la ventana y ligeras gotas entran rápidamente a través de ella. He de proseguir a detener dicha acción, pero no lo hago, permanezco en quietud en mi silla y observo de manera casi hipnótica esta escena que se desenvuelve frente a mí. No me perturba este intruso líquido en mi habitación: le dejo entrar, le invito a pasar. Lentamente se cubren mis pies de agua y deseo que pronto lo hunda todo, quiero que estas manos con las que escribo sientan la pesadez y lentitud al movimiento. Quiero que llene cada metro de esta habitación, que llene cada centímetro de mi cuerpo, cada milímetro de mis pulmones. Ha dejado de llover y yo he dejado de existir.

Olei
Miguel Pastillas
Benjamón
Lunero Mutilado

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